Los niños así como dicen una cosa dicen otra. No les interesa detenerse mucho en los pormenores de las situaciones, especialmente si les hacen sentir mal. Son como un cántaro cristalino que necesita precipitarse cuando está medio lleno. Ellos viven para alimentar lo que los entusiasma, del resto se alejan y ya.
Una telenovela muy recordada de la niñez, pero sobretodo de la adolescencia, es El abuelo y yo, de Televisa. La seriedad de los temas que trataba El abuelo y yo es llamativa, eso lo pienso recién ahora que pude volver a ver algunos pasajes gracias a los videos que subieron muchos fans a YouTube. Y esto es llamativo, más aún cuando se suele recordar aquella telenovela como "infantil". Es que creemos tener muchos asuntos de la vida de adultos todavía vedados para nuestros niños, pero hoy más que nunca nos sorprendemos con todo lo que ya saben y comprenden desde tiernas edades. Esta verdad parecía tener en mente el equipo de Pedro Damián, el productor de la telenovela, pues supieron hilar una historia que combinaba los intereses de los menores con las complejidades del mundo adulto cortando esa atmósfera transversalmente. Fue una de esas telenovelas que cautivó a personas de diferentes edades. A mí me impactó cuando tenia 14 o 15 años, mi abuela Viqui fue la única en mi familia que la llegó a ver también.
La telenovela se empezó a transmitir el 6 de enero de 1992 y duró hasta el 26 de junio del mismo año. La segunda vez que fue transmitida en Bolivia fue en 1995, gracias a la red ATB, durante el segundo semestre. Fue en esa segunda oportunidad que recién la vi con toda la magia y tragedia que narra su historia. Su historia trata por lo general de evitar el ángulo predecible o cursi, está llena de giros y golpes bastante duros para sus personajes, y siempre te guarda una sorpresa ligada a la aventura o a lo inesperado. A veces la recuerdo como si fuera un entrañable libro que leí en la adolescencia. Nos entregó de sopetón la magia de una relación entre dos niños-adolescentes, Daniel y Alejandra, como casi cualquier persona soñaría poder recordar de su niñez. A veces las historias mágicas nos ayudan a rellenar con vivencias de segunda mano las cosas que nosotros no vivimos. Por eso debemos ser tan aficionados a leer novelas, ver películas, o enfrascarnos en una telenovela durante meses y meses.
Para los que nacimos en los 80, será muy común recordar la experiencia de haber seguido ciertas telenovelas en el hogar, pues las pasaban en horarios estelares y se convertían en un espacio para compartir con la familia. No existía en nuestro tiempo el internet ni la televisión por cable, ni el DVD o Blueray; adquirir una película en VHS era mucho menos accesible que lo que sucede hoy con los dvds. Es así que con mi hermana Susy acabé siguiendo con disciplina novelas como Muchachitas, Baila conmigo, Volver a empezar y Lazos de amor, novelas que fueron marcando nuestra adolescencia y juventud. Mi mamá veía todas las novelas de Daniela Romo, de Lucía Méndez, o las del villano Federico Cantún, como una titulada Imperio de cristal. Recuerdo también que en mi casa fueron un éxito otras telenovelas como Morelia, Alondra, La Dueña y María la del barrio.
Sin embargo, El abuelo y yo fue una experiencia muy profunda de internarse en las peripecias de los personajes. Cuando leo los comentarios que ponen miles de youtubers en los videos de la novela que están en la red, me doy cuenta que fuimos muchos los que experimentamos una sensación muy parecida en diferentes partes del mundo. Marcó generaciones de una manera irrepetible. ¿Qué era pues aquello tan especial? A mí me encantó que nos creara una universo tan cálido y entretenido en la vida de sus personajes en la ciudad, ya uno se sentía en una atmósfera entrañable, siguiendo la vida de Daniel (Gael García Bernal), el niño de la calle que sobrevive con su perro, y que ha sido desalojado de su hogar junto con otras familias pobres de un vecindario, y que finalmente se gana la simpatía de Joaquín Rivera, el único vecino que se resistió de ser expulsado del lugar y mantuvo su casa. La historia nos muestra que la desdicha y las situaciones duras no se limitan a los pobres. Por ello conocemos el otro mundo de la niña rica que tiene todos los gustos a mano, es Alejandra (Ludwika Paleta), que se confronta a las maldades de su compañera de curso la Yoya, pero que sufre por todo ante la frágil situación de sus padres en conflicto, lo cual afecta en el humor de ambos. Alejandra y Daniel son dos muchachos que se encuentran en un momento de abandono en sus vidas, y en el que ansían con todo el corazón sentirse queridos y aceptados. En el capítulo 9 ellos se consagran su unión con un inocente beso y un abrazo tan profundo como el bosque.
Capítulo 9
La novela bien podría haberse llamado Daniel y Alejandra, pero probablemente le habría faltado algo. Por eso el abuelo introduce el otro plano, que es el de los problemas reales y a veces ridículos de la vida adulta en esta sociedad muchas veces insensible e interesada, corroída por la ambición desmedida. El abuelo es el plano de la vida adulta, la pobreza, el perdón, la rigidez de los valores de la sociedad y el castigo moral; también representa al artista, el mundo del arte y la honradez sencilla. El abuelo era un concertista de mucho éxito, eximio intérprete en el piano. Un accidente grave le cambia la vida, dejando herida su pierna derecha. Expulsa de su hogar a Isabel, su joven hija, al enterarse de que estaba embarazada, y con ello se procura una vida posterior de angustia, remordimiento y soledad. Nunca la vuelve a ver. Se convierte en un gruñón y ermitaño, sólo abierto a escuchar a un abogado de mala calaña, el licenciado Fonseca, sin darse cuenta de las verdaderas intenciones de ese sujeto. Todo cambia cuando conoce a Daniel y lo deja ingresar en su mundo. Sofía, la niñera de Alejandra, dice algo memorable en los capítulos finales: "yo nunca había conocido a dos personas que se necesiten tanto, como Daniel y su abuelo". Eso era lo que representaban el uno para el otro, la esperanza final, la diferencia entre una vida de oscuridad y una vida reinventada, una segunda oportunidad para ser felices, verdaderamente felices.
Volviendo a lo que me encantó de la novela, lo más sensacional fue la rebeldía y a la vez la unión que transmite. Cuando parecía que ya nos habíamos puesto cómodos en el mundo que evoca en esos barrios, en esas casas, en el colegio de Alejandra o la carnicería donde trabaja con Daniel, de repente cambia todo a una atmósfera de claustro, cuando Daniel es llevado al orfanato y Don Joaquín el abuelo se recluye voluntariamente en un asilo de ancianos. Los lugares de encierro de los que habla Foucault, los restos de la sociedad disciplinaria, nos los muestra todos El abuelo y yo. Al mismo tiempo, la situación de crisis en el hogar de Alejandra llega a un punto álgido. Algo debe ocurrir para que todo se reordene. Y es entonces cuando llega la parte más llena de aventura, la fuga, la serie de fugas, en un globo aerostático.
LA PINTURA ABUELO Y YO
Cuadro 1. El abuelo y yo es un cuadro de pintura. Un niño con su polera celeste y blanca, acompañado de su perro con un mameluco, apostados en el rincón de un cuarto pequeño abigarrado de muchos objetos antiguos, mientras un señor mayor está sentado en un sillón con su bastón apoyado al lado derecho. Goteras en el techo y las paredes algo oscuras, con cuadros malogrados en las paredes.
Cuadro 2. Un niño que se ha quedado solo con la mitad de su corazón mientras sostiene a un cachorro de su perro Anselmo, y se aleja de nuestra vista lentamente con su abuelo acompañándolo a paso lento y filosófico. El paso filosófico se utiliza precisamente en estas ocasiones de urgencia íntima en el mundo interior, son el mecanismo de defensa del cuerpo.
Cuadro 3. El globo elevándose en una noche esplendorosa, llena de fuegos artificiales, simbolizando un momento en el que ha triunfado el espíritu humano que no se quiebra. Dos niños y un anciano entusiasta se elevan en ese globo despidiéndose de un pueblo en el que han apreciado su historia de firmeza, de defender su derecho a estar juntos, aunque los mecanismos de la sociedad quieran separarlos.
EL FINAL
En el capítulo final escuché la línea más filosófica que pueda recordar:
- Abuelo. qué es el amor -pregunta Daniel.
A: Un instante.
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Gael García Bernal recuerda a Alendra.
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