Crítica y lectura
Quisiéramos
hacer algunas acotaciones al eterno tema de la falta de crítica
especializada en nuestro medio y articularlo con un par de zonas
aledañas. Sebastián Antezana escribió en Entretendencias (La Prensa)
cuestionando la reducida cantidad de espacios que promueven la práctica
de la crítica literaria periodística como ejercicio intelectual en
Bolivia. Esta ausencia se compensó en cierta
manera con el desborde hacia plataformas digitales, gracias a las nuevas
posibilidades de visibilidad que abrieron los blogs: crítica de cine,
reseñas
de libros, etc. Claro que esto creó cierta banalización de la crítica,
pero
esto es otro tema. A pesar de todo, el periodismo es todavía hoy un
campo de
intervención importante.
Condiciones de lectura
La
práctica de la escritura como ejercicio crítico, literario-periodístico,
depende bastante de las plataformas de lectura en las que puede inscribirse. En
Bolivia es complicado practicarla, puesto que los periódicos concentran la
atención de los públicos mayoritarios, e instalan ciertos hábitos no tanto de
lectura, sino de consumo de la noticia rápida: se “lee” en la parada, en el
micro, en la peluquería, mientras la esposa vuelve al coche o hasta que el nene
salga del colegio…, es decir, en los tiempos muertos de espera de lo que
realmente hay que hacer. Los periódicos tienen la potestad de imponer formatos
comerciales de escritura, cuestiones de estilo: a saber, toda una ideología uniformizante
acerca de lo que es más “leíble/vendible” (escritura lineal, textos cortos, vaga
densidad crítica, subtítulos e imágenes abundantes que agilicen la “pesadez de
la lectura”, etc.) ¿¡Qué sociedad creamos con la adscripción a estos
criterios!? El ejemplo paradigmático sería El Deber, de Santa Cruz, quizá el
periódico con más ventas en territorio boliviano. Correcto en su formato
noticioso, pero ideología “las magníficas” a la carta: muy raro que otorgue
espacio a los análisis a fondo de un tema coyuntural, y que desplace por ello las
fotos de una señorita Santa Cruz, una “mij teenager”. Y se vende muy bien, cómo
discutirles. Convengamos entonces que un periódico es un campo de batalla, una
plataforma ideal para darse a la tarea de problematizar los formatos de lectura
instalados por las tendencias. Escribir para reorganizar los espacios de
inscripción que ciertas lecturas promueven.
La
otra cuestión es la relación entre las prácticas de escritura crítica y la
conformación de espacios de arte y cultura en la escena local. Nos hemos
referido a las publicaciones impresas como el primer tipo de espacios
editoriales. El otro tipo serían los proyectos de articulación de prácticas estéticas
–Seminarios, Talleres, Congresos– dentro de plataformas como la Bienal de Arte,
el Festival de Poesía, el Congreso de Filosofía para no-filósofos y, por qué
no, una Feria del Libro. He aquí el otro tema: la posibilidad de revertir la
dependencia: que ciertas prácticas de escritura crítica pasen a ser el punto de
inicio de otros espacios editoriales. Esto es, ya no depender de que una
publicación te acoja, sino organizar exposiciones de arte, coloquios de
filosofía, encuentros de literatura, mesas interdisciplinarias, etc., pero con
el objetivo central de que funcionen como dispositivos de escritura financiables.
Por ejemplo, que una exposición en el Museo Nacional de Arte como la de Walter
Solón sea un pretexto para la escritura de ensayos sobre un periodo en la
historia de las artes plásticas en Bolivia, contribuyendo así a la potenciación
del archivo nacional. El trabajo no sería gratis, en estos proyectos cada
escritor recibiría un pago, no simbólico sino justo, que le permitiría
dedicarle tiempo a la producción de estos ensayos. Léase el texto del curador Justo
Pastor Mellado, “Acerca de la curaduría como producción de infraestructura”, para
entender mejor esta propuesta.
Resumiendo:
un importante desafío de las iniciativas editoriales de la actualidad es fortalecer las
prácticas de escritura, enfocadas hacia análisis político, periodismo cultural,
crítica de arte, de cine, etc. ¿Cómo? La crítica a la ausencia de crítica debe
realizarse no sólo desde la escritura, sino desde la misma gestión de otro tipo
de espacios de visibilidad para el arte, la literatura, la filosofía, la
poesía, el teatro, etc. Gestor cultural es un término soso; requerimos de
curadores de libros y de editores de espacios culturales. Señalemos un
procedimiento: Que un ejercicio de crítica sobre pintura sea posible, por
ejemplo, sólo a partir de cierto tipo de práctica pictórica. Desplazar este
procedimiento a otros campos. Hacer de la escritura y la gestión parte de un
mismo diagrama de acción.
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